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Farmacéuticos 54 Farmacéuticos 55 FARMACIA CON ARTE Charlando amigablemente pasean los filósofos. Platón señala al cielo. Habla de la trascendencia. Aristóteles extiende su mano hacia la tierra. Habla de la razón. Sócrates discute. Heráclito muestra su cara más enigmática, mientras Diógenes aparece recostado en los escalones. Entre ellos, el “Divino Rafael”, tocado con sombrero negro, vuelve su rostro hacia los siglos venideros. L a sabiduría antigua y el nuevo espíritu del Re- nacimiento inspiraron el inmenso fresco pinta- do, conocido como “La Escuela de Atenas”, en la Estancia de la Signatura, una de las depen- dencias privadas de papa Julio II. Las estancias papales fueron decoradas por Rafael Sanzio. Rafael nació en Urbino, enclave montañoso cerca de Roma. Querido y envidiado, era generoso y alegre. Aunque murió muy joven, ha pasado a la Historia del arte como uno de los grandes. Vivió en la época que transitaba de la Edad Media a la Moderna, y el arte greco-romano estaba de moda. En la “Escuela de Atenas”, las artes se ponen al nivel de la ciencia. En esta obra, Rafael representa a los filósofos y sabios de la antigüedad con los rasgos de sus contempo- ráneos. Por ejemplo, Leonardo personificaría a Platón, y Miguel Ángel a Heráclito. Bramante podría haber servido de modelo para Euclides o Arquímedes. No podemos olvi- dar que al mismo tiempo, Miguel Ángel estaba pintando la Capilla Sixtina y Bramante construía la nueva Basílica de San Pedro. En este fresco se narra una sesión de filosofía en la que participan los más grandes maestros clásicos y están representadas las siete artes: Gramática, Música, Aritmética, Geometría, Astronomía, Retorica y Dialéctica. El marco es sin duda grandioso, emulando las bóvedas y termas romanas. Si miramos con atención, en el nicho de la derecha aparece la figura de Apolo, y en el de la izquier- da Atenea, la diosa de la sabiduría, patrona de las institu- ciones dedicadas a la búsqueda del conocimiento. Hacia el año 387 a.C. a las afueras de Atenas, el excelso Platón fundó su escuela filosófica, utilizando el gimnasio y jardín que estaban dedicados al héroe Akádemos, de ahí que tomara el nombre de Academia. Posteriormente, su discípulo Aristóteles creó su propia escuela, el Liceo. También fueron famosos el Jardín de Epicuro, y la Stoa instituida por Zenón. Estas cuatro escuelas fueron la base del pensamiento occidental. Posteriormente los conceptos ideológicos se fueron diversificando y el ideal de la ciencia fue desarrollada por matemáticos y astrólogos, como Pitágoras, Euclides, Arquímedes o Hipatia de Alejandría. En la época romana destacó el Ateneo de Adriano, lugar de reunión de oradores y poetas. En pleno Renaci- miento, Cosme de Médicis constituyó la Academia Platónica florentina, institución que posteriormen- te fue imitada en todas las naciones de Europa. Se crearon academias literarias, artísticas, geográficas, científicas, etc. Estas corporaciones fueron esencia- les para la llegada de la modernidad y de la revo- lución científica, acaecida durante los siglos XV y XVI. En España caben destacar las Reales Academias integradas en el Instituto de España; de ellas, la Real Academia Española es la más antigua (1713); la Aca- demia de Bellas Artes de San Fernando, que hasta finales del siglo XIX compartió instalaciones con el Gabinete de Historia Natural; la de Jurisprudencia y Legislación; la de Ciencias Exactas, Físicas y Natura- les; la de Ciencias Morales y Políticas, ubicada desde su origen en la Plaza de la Villa; o la jovencísima de Ingeniería inaugurada bajo el reinado de Juan Carlos I. El caso de la Real Academia de Medicina es particular: tardó 180 años en encontrar su sede defini- tiva, el precioso edificio de estilo ecléctico en la madrileña calle de Arrieta. Su sede fundacional fue la rebotica del boticario honorario real, Joseph Hortega. Hortega, además de farmacéutico de la Casa Real en tiempos de Felipe V, era miembro de la Sociedad Médica de Sevilla y examinador del Tribunal del Protomedicato. En la biblioteca privada de su rebotica, sita en la calle Montera, instauró una tertulia en la que se reunían prestigiosas figuras de la época, entre ellas, Juan Andrés Besterrechea, cirujano de Cámara, y José Carralón, médico de familia de la Reina. Allí rodeados, de libros de Farmacia, Botánica, Historia, Química y Literatura, trata- ban sobre todo cuestiones de temática científica, por lo que decidieron denominarla: “Tertulia Literaria-Médica-Chyrúrgica y Pharmazéutica”, cuya acta fundacional se creó el 12 de Julio de 1733. Poste- riormente se transformó en Academia Médica Matritense comenzando así su andadura como organismo oficial. La Real Academia Nacional de Farmacia tiene su origen en el antiguo Real Colegio de Farmacéuticos (1737) que entre otros lugares estuvo ubicado en una casa de la calle Atocha. En este escenario aparece de nuevo un personaje de la familia Hortega: Casimiro Gómez Ortega. Era sobrino de Joseph el cual se había encargado de su exquisita educa- ción. Lo envió a Bolonia, donde el joven Casimiro estudió Botánica, Medicina e Historia Natural. Al regresar a Madrid obtuvo el título de Farmacéutico, heredando de su tío la fa- mosa botica de la calle Montera. Prohombre madrileño, fue nombrado catedrático del Real Jardín Botánico de Madrid. Influyó en la difusión de las ideas de Linneo e intervino en la redacción de las farmacopeas nacionales. Gracias a su iniciativa, la sede del Colegio de Farmaceuticos de la calle Atocha tuvo biblioteca, aulas, laboratorio y jardín, donde se creó la Escuela de Farmacia de San Fernando, posterior- mente Facultad de Farmacia. En 1830 y por suscripción de todos los farmaceuticos se construyó un nuevo edificio en la calle San Juan (hoy Farmacia), actual sede de la Academia de Farmacia. Institución viva, es un centro de reunión y acogida que se encarga de trasladar los conocimientos del medicamento a la sociedad. Los académicos, como exper- tos en el mismo, son los encargados de asesorar a todas aquellas instituciones que lo soliciten. También tiene como finalidad la de fomentar la investigación y el estudio de las Ciencias Farmacéuticas, así como la de impartir cursos de grado y post-grado. Posee una magnífica biblioteca, con un amplísimo archivo, cuyos fondos están informatizados. En 1994 se instaló el Museo, que nos permite conocer la evolu- ción de la Farmacia, y que guarda los recuerdos de cuando fue Colegio y Facultad. Paralelamente a las academias, florecieron los ateneos como entidades culturales y de divulga- ción científica o artística. Uno de los más anti- guos es el de Sevilla, donde con motivo del tercer aniversario de la muerte de Góngora se dio a co- nocer la llamada Generación del 27. El Ateneo de Madrid tiene una larga trayectoria, y en sus 200 años de historia ha pasado por muchas vicisitudes, llegando a estar cerradas o limitadas sus actividades, en varias oca- siones por motivos políticos. Entre las muchas secciones que tiene el ateneo madrileño, es necesario destacar la Sección de Farmacia, que durante años ha presidido Daniel Pacheco, alma de la misma. En ella, durante más de 30 años, se han celebrado numerosos actos en los que se ha fomentado el humanismo farmacéutico por medio de recitales poéticos, mesas redondas, presentaciones de libros, y conferencias sobre temas de actualidad. Asimismo desde 1990 se han venido realizando las llamadas “Tertulias de Rebotica”, un ejemplo de diálogo en libertad. Como reza el lema Sapere aude , hay que atreverse a saber. Para ello es fundamental la creatividad, la información, la reflexión y el diálogo. Los antiguos griegos cultivaban el discurso en el ágora; en las escuelas filosóficas buscaban la verdad, intentaban llegar a lo divino a través del conoci- miento. El fresco de Rafael, magnífico en su teatralidad, va más allá de ser una gran obra pictórica. Es una puerta de arte que nos conduce al origen del pensamiento occiden- tal. Pensamiento que actualmente está perdiendo su iden- tidad debido a la globalización y a la implantación cada día más cercana de la inteligencia artificial. Pero no perdamos de vista la reflexión platónica que reza: “la libertad signifi- ca ser dueños de nuestra propia vida”. Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica LA ESCUELA DE ATENAS
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