Farmaceuticos-457

Farmacéuticos 56 Farmacéuticos 57 L a Sinfonía n.º 5 en Do menor tiene el comien- zo más conocido de la historia de la música, el famoso sol sol sol mi (ta ta ta chan), cua- tro contundentes notas asociadas al destino. Quizás por ello y por ser la más famosa de las sinfonías del genio alemán, fue una de las piezas elegidas por la NASA para formar parte del Disco de Oro de las sondas espaciales Voyager, lanzadas al espacio en 1977. En él, se han seleccionado sonidos, imágenes y voces de la Tierra, con la esperanza de que alguna inteligencia extra- terrestre pueda reproducirlo. Aunque quizás la sinfonía que debería estar en el reino de las estrellas tendría que haber sido la célebre n.º 9, la “Coral”, puesto que es el himno a la alegría por excelencia. Su cuarto movimiento es una auténtica revolución, al incluir voces por primera vez, en una sinfonía, adoptando “la Oda a la Alegría” del poeta romántico alemán Friedrich von Schiller. La grande- za de la letra junto a la excelsitud de la música hacen que esta sinfonía sea una de las piezas musicales más vigorosa, emocionante y conmovedora de cuantas se hayan escrito. Según el Premio Nobel francés, Romain Rolland, esta obra representa a “toda una humanidad palpitante que tiende En la inmensidad del silencio se mecen los cuerpos celestes. Flotando en el vacío interestelar, viven el sueño cósmico. A expensas de fuerzas gravitacionales, nacen, giran, explotan y mueren. Y allí, a través de nebulosas y galaxias, adentrándose en el Universo, viaja la Quinta Sinfonía de Beethoven. los brazos al cielo, levanta clamores poderosos, se levan- tan hacia la Alegría, y la escucha sobre su corazón”. Esta visión idealista de la fraternidad entre los seres humanos fue lo que determinó que el Consejo de Europa en 1972, la eligiese como himno europeo. La música de Beethoven es capaz de exaltar el alma, de llegar a lo más profundo del corazón, expresando toda una filosofía de sensaciones. El nacimiento de Beethoven, hace ahora 250 años, supuso un momento estelar de la Historia, porque, como diría Zweig, sigue brillando resplandeciente e inalterable como las estrellas. Ludwig van Beethoven vivió sus primeros años junto al Rin. El egregio río forma parte del carácter y los sueños del compositor. Durante toda su vida echó de menos el paisaje que le vio nacer: valles vestidos de brumas y verdes praderas que se adornan de florecillas salvajes en primavera; chopos y sauces que se asoman, entre aldeas y castillos, a las paternales aguas. Y al fondo, en el hori- zonte, las maravillosas Siete Montañas donde aún cantan los ruiseñores. El joven Ludwig tuvo una infancia difícil, debido al alcoholismo de su padre y a la pérdida tempra- na de su madre. Aquel muchacho de espesos cabellos y mirada brillante se estableció en Viena en 1792, donde se hizo famoso en poco tiempo. Aunque amó apasionada- mente, no tuvo suerte con el amor. Su música es mucho más compleja que la de los autores de su época y supuso una revolución. Marcada por un cambio incesante, es tierna y melancólica, a la vez que heroica y turbulenta. Es por tanto acorde con los tiempos históricos que le tocó vivir (Revolución Francesa, el ascenso de Napoleón, el Congreso de Viena...) y a su desesperación por la cruel sordera que padecía. Al principio intenta disimular su dolencia, pero en 1801 se confía a sus amigos dejándoles sentir su gran tristeza. “Si tuviera cualquier otro ofi- cio, esto sería llevadero; pero en el mío, mi situación es terrible”, le comentó a su amigo de la infancia y médico, Weleger. En 1802 se retiró una temporada en el peque- ño pueblo de Heiligenstadt, donde triste y melancólico, escribe un testamento dirigido a sus hermanos, Kasper y Nikolaus Johan, explicándoles su desgracia y nombrán- dolos herederos de su pequeña fortuna. La relación con sus hermanos es dispar: Kasper ejercía de secretario del compositor y estaba más cercano. Johan era farmacéutico. En 1808 se había establecido en Linz y desde su farmacia abasteció de medicamentos a las tropas napoleónicas y a las milicias austriacas. Aunque pasó temporadas en Viena, su relación con Ludwig se vio plagada de altibajos, especialmente tras el matrimonio de Johan, con el que su hermano nunca estuvo de acuerdo. Cuentan que Bee- thoven tenía un genio endiablado. Hay que entender que además de la sordera, su salud en general era muy mala: padecía cólicos intestinales, cefaleas, dolores e inflama- ciones articulares, y la cirrosis hepática que le llevó a la muerte. Cuando murió, su amiga Elisabeth Röckel le cortó un mechón de pelo. El análisis posterior del mismo indica que el autor podría haber padecido saturnismo por las elevadas concentraciones de plomo presentes. Se ha especulado que esta enfermedad hubiese sido la causa de la sordera, como en el caso de Goya, aunque este hecho no está completamente comprobado en ninguno de los dos casos. Los grandes músicos también padecieron muchas enferme- dades de su época: Chopin murió de tuberculosis; Schu- mann tuvo grandes problemas psicológicos; Mozart sufría a menudo de amigdalitis; Puccini era diabético. Aunque los principales trastornos que sufren los músicos son del tipo musculo-esqueléticos como en el caso de Liszt. La hipoacusia es también un padecimiento común. La defi- ciencia en la capacidad para percibir los sonidos puede ser leve, moderada o grave. También se distinguen tres tipos: neurosensorial, conductiva, o mixta. En la actualidad se tratan con audífonos o con implantes osteointegrados o cocleares, según el caso. Nada que ver con la trompeta auditiva que Beethoven encargó al inventor Johan Mälzel, que también patentó el metrónomo, que permite marcar el compás de una composición musical. En sus últimos años, Beethoven para poder componer se servía de una varilla de madera cuyo extremo colocaba sobre la caja del piano y así poder sentir las vibraciones del sonido. Vivía atrapado en su “soledad sonora”: ¿Buscaría la armonía en las notas ate- soradas en sus recuerdos? ¿Escribiría frases musicales con otros registros? Realmente no sabemos si la música que compuso hubiese sido muy distinta, si sus niveles auditivos hubieran sido otros. Lo que sí está claro es que componía desde el corazón. Su trayectoria musical fue muy prolífica: sinfonías, sonatas y bagatelas, conciertos, cantatas, misas, obras de cámara, series de variaciones e incluso una ópera. Su música ha cautivado a generaciones de melómanos y a los grandes directores, que en su práctica totalidad, lo han incluido en sus repertorios. La bandera de Europa es un manto de luceros bajo una bóveda azul. Estrellas que representan libertad, amor y esperanza. Y la emoción que envolvió a todos aquellos que fueron testigos de la caída del muro de Berlín en 1989, mientras Leonard Bernstein dirigía la Novena de Beetho- ven. Ahora, en el aniversario del nacimiento del insigne compositor es conmovedor recordar las palabras que Goethe dedicó al gran maestro: “el día en que fuiste dado al mundo/los planetas formaron para saludar al sol”. El joven Ludwig tuvo una infancia difícil, debido al alcoholismo de su padre y a la pérdida temprana de su madre” Por María del Mar Sánchez Cobos . Farmacéutica LA SINFONÍA DE LAS ESTRELLAS FARMACIA CON ARTE

RkJQdWJsaXNoZXIy MTEwMTU=