Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021
buena lumbre de chimenea, con un tazón de caldo caliente entre las manos. En ese ambiente cálido, y aderezando el caldo con una buena ración de vino oporto que le daba más aroma y sabor, empezó a derivar la conversación del terreno más formal a uno más personal. Me contaron que eran matrimonio sin hijos, pues habían tenido uno que había fallecido hace tiempo, lo cual, al contar mi historia de viuda joven, creó una atmósfera de complicidad y entendimiento que envolvió cálidamente el ambiente. La verdad es que mi historia de amor había sido breve e intensa, propia de novela, cuando conoces a alguien y desde el primer momento sabes que es tu alma gemela, la parte que te falta para estar completo, la pieza del puzle que encaja perfectamente en ti mismo. Para ser plenamente feliz. Abrimos otra botella de líquido blanco trasparente, de una calidad superior a la utilizada con el caldo, pues el objetivo era poder saborearlo independientemente en unas buenas copas de cristal. Casi a medianoche, con el agua todavía cayendo en el exterior, me retiré a mi habitación, cansada y algo mareada, pero con la sensación de haber pasado un buen rato.Y tuve mi primer sueño. Soñé que tras acostarme, me levantaba al poco tiempo, me desnudaba y bajaba con mis dos inquilinos, tan desnudos como yo, saliendo al exterior bajo la lluvia, andando hasta el borde del precipicio, donde el hombre y yo nos arrodillamos cara al mar, mientras la mujer profería extraños gritos y cánticos, como si fuese una oración, cara al viento y al mar. Desperté bien avanzada la mañana, con un día radiante y luminoso. No recordaba más de la pesadilla de la noche pasada, pero debió ser agitada, quizá debido a que no suelo tomar vino por las noches, pues tenía todo el camisón y la ropa de cama mojada, debido al sudor que me había producido el alcohol. Bajé a ver a mis huéspedes, los cuales me recibieron de manera espectacular, y no solo no me dejaron darles ningún tipo de disculpa por mi retraso, si no que me prepararon un delicioso y abundante desayuno como hacía años que no había disfrutado. El día fue tranquilo, pero al anochecer empezó a formarse otra acumulación de nimbos, que presagiaba otra noche tormentosa. Con esa perspectiva, y jurando no probar más alcohol para no padecer el bochorno de no atender debidamente a mis huéspedes, me fui pronto a la cama, dejando a la pareja junto al hogar del fuego.Y tuve el segundo sueño. Al igual que el día anterior, aparecí desnuda bajo el quicio de la puerta de entrada (¿Qué pasa con mi camisón?) donde me esperaba sonriente el matrimonio.Y sentí por primera vez que no estábamos solos. Algo me lo decía en mi interior, pues alrededor mío únicamente veía a mis dos huéspedes. Comenzaron de nuevo los cánticos y plegarias (los gritos no eran tales, tenían una forma armónica, en un extraño y olvidado leguaje), cuando algo nuevo aconteció en la ceremonia: en un momento de silencio, el hombre se levantó del suelo, y cada uno de ellos puso su mano izquierda sobre uno de mis hombros. En ese momento, alguien que no era yo, gritó con fuerza dentro de mi cabeza. Algo parecido al llanto de un niño al nacer. Me levanté de nuevo empapada en sudor. No comprendía el motivo del mismo, pues no había probado el alcohol esa noche, y lo achaqué a los cambios atmosféricos bruscos de ese día, que descompensan el organismo, generando distintas reacciones. Bajé al comedor a preparar esta vez yo el desayuno, el cual fue devorado por la pareja de ancianos (parecía que habían envejecido de un día para otro).Y ocurrió. En mi cerebro algo pasó. Empecé a intuir, notar, ¿oír? un murmullo, que no procedía de mi actividad sináptica, que iba por libre. ¿Un efecto más del cambio del tiempo? Esa noche sin cenar, me fui a la cama con un par de somníferos y un vaso de leche. Tercera noche con el sueño de aparecer desnuda en el quicio de la puerta (Freud diría seguramente algo…). Mis 8 Pliegos de Rebotica 2021
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