Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021
después la hembra cargando a duras penas con la cría. Uno a uno, dos a dos y finalmente todos se pusieron en pie y volvieron a gastarse en el camino. El último en incorporarse fue el alfa, así se evidenciaba la agonía de un sistema social que siempre había funcionado, ahora seguían desesperadamente a un proscrito. Tras unas horas deambulando por el fuego, quemados y exhaustos alcanzaron una vieja laguna, seca, pero los escasos elefantes que aún vivían la usaban para extraer de las entrañas del ardor un poco de humedad, de frescor, de agua. Quedaban algunas pozas hechas bajo el peso de aquellas moles. El proscrito tomó aquel barro y lo apretó con su mano y unas gotas cayeron sobre sus labios, repitió la operación hasta casi saciar por completo su sed y cuando pudo alzar la mirada contempló el más bello espectáculo que jamás hubiera podido imaginar, por primera vez en mucho tiempo la vida volvía, escasa, embarrada pero firme, anunciando que el camino no había llegado a su fin. Se resguardaron en un lugar cercano a las pozas de barro aplastado. El proscrito y un compañero se aventuraron siguiendo la senda que dejaban los elefantes y así, la suerte empezó a sonreírles. Antes de caer la tarde encontraron el cadáver de una de aquellas moles, de aspecto enjuto, casi piel exclusivamente, pero en ese casi estaba la diferencia. Hubieron de apartar con piedras algunas bestias carroñeras y las aves de la muerte que ya habían empezado a desmembrar la pieza. Cortaron cuanto pudieron, comieron las partes que podían ser masticadas fácilmente y volvieron con los frutos del pillaje a las pozas. Repartieron por igual lo conseguido y la esperanza volvió a los rostros de todos. La noche pasó entre ruidos de estómagos retomando su actividad, incluso la leche volvió tímidamente a la madre y de ella a la boca de la pequeña cría. La primera luz del crepúsculo de la mañana volvió a impulsar al proscrito, esta vez sin engaño, ahora le movía la convicción de que nada debía detener su paso, huían de la muerte y le habían sacado cierta ventaja, pero seguiría tras ellos con paso firme. De nuevo volvió la penuria, de nuevo la sequedad. Hasta que una tarde pudieron atisbar en el horizonte lo que sin duda parecían arboles vivos, las hojas y sus movimientos mecidos por el viento así lo evidenciaban. Aceleraron el paso, todos, sin excepción, corrieron cuanto les era posible y algunos tropezaron en su carrera, no les movía la voluntad del proscrito sino la propia, por primera vez en mucho tiempo no huían, sino que buscaban desesperadamente un destino que les permitiera vivir. Llegaron y la escena hipnotizó sus sentidos, un gran charco, casi una laguna de agua clara y acumulada a partir de un brote nacido de la misma tierra.Varios árboles aprovechaban la humedad y a cambio derramaban por allí mismo sus frutos. Se instalaron, prosperaron con facilidad y con el tiempo el proscrito se convirtió en su guía. Nadie supo nunca que habían seguido una mentira para llegar a la verdad. 38 Pliegos de Rebotica 2021 FABULA
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