Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021
34 Pliegos de Rebotica 2021 LOS BOTICARIOS Emilia Pardo Bazán asistió a la ejecución de Higinia, está claro que debió impresionarla. Opinaba la escritora que los crímenes son gran base de un estudio social y eso hizo cuando se cometió un crimen en A Coruña en el año 1900, que a la Bazán le pareció una obra maestra, a pesar del pequeño detalle de quedar impune. Ella achaca esa impunidad a la falta de vigilancia y al poco interés de la policía. Las víctimas de dicho crimen poseían una tienda en calle céntrica, San Andrés 132 (hoy 106) situada en un bajo con vivienda. El local era lo que Emilia llamaba “tienda enciclopédica” porque vendía de todo, víveres, papelería. Realmente era una casa de comidas no oficial. No sabemos si la escritora se acercó al lugar del crimen y estuvo husmeando, pero relata que la cocina tenía un muy asqueroso aspecto y no entendía muy bien como alguien podía comer en esa taberna.Al parecer, era frecuente que los clientes degustaran un guiso acompañado de jarro de vino y al sonar la hora reglamentaria seguían allí, pero con las puertas entornadas. Todo eso a la luz de un candil, porque los dueños, el matrimonio formado por Gregorio Rey y Melchora Casal, vivían miserablemente a pesar de tener buenos ahorros. Vegetaban envueltos en una suciedad repulsiva, entre mugre y harapos, sin aire, sin agua corriente. No sintieron nunca la necesidad de salir de su casa, nada de viajar, o de conocer Coruña más allá de su calle. Eran, además, según la Bazán, una pareja de ignorantes pues la mujer para llevar las cuentas del negocio y las cuentas de los préstamos que hacían, porque no se puede hablar de contabilidad, garrapateaba en un cuaderno ciertas rayas y círculos a manera de signos. Emilia se indignaba por esa falta de cultura y razonaba que esa capa baja social, podría ser clase media a nada que se ilustrasen un poco y agregaba “malo es que se cometan crímenes, pero por fin el crimen es caso anormal, que se denuncia a sí mismo por el escándalo o la indignación que produce; mientras que, si es sucia y mansa gangrena de la incultura profunda, admitida como un hecho contra el cual no se reacciona, nos corroe a diario y en todo momento”. La noche del crimen algunas personas estaban cenando a la hora del cierre, pero siguieron dentro. El marido se retiró a dormir y Melchora quedó atendiendo. La puerta de la calle estaba entornada. Los asesinos aprovecharon que ella estaba de espaldas fregando la loza y la estrangularon. Después fueron al dormitorio y acuchillaron al marido. Comenzó el saqueo. Nadie oyó nada.A las dos de la madrugada pasó el sereno y al observar que la puerta estaba parcialmente abierta, la empujó, penetró en la tienda y descubrió todo. Los cuerpos conservaban calor. La alcoba estaba como siempre, llena de trastos viejos, cajas y barriles. Los ladrones no encontraron una bolsa cosida a una saya que llevaba Melchora, escondida entre sus ropas, conteniendo más de dos mil pesetas. La prensa no trató el caso igual que la Bazán:“El matrimonio se caracterizaba por su gran caridad.Ayudaba a gente pudiente que pasaba por una mala racha, como es el caso de un militar que les debía 1824 reales, ayudaban a vecinos a quienes iban a embargar, Gregorio trabajaba en un almacén de leña y al salir ayudaba a su mujer”. Unos testigos afirmaron que, al día siguiente de descubrirse el crimen, paseaba por delante del comercio Agustín Seijas, propietario de dos escuelas privadas en un municipio cercano. Le detienen, le acorralan, pero los testigos se contradecían una y otra vez y dejan en libertad al sospechoso. Seijas cambia de lugar de residencia porque no puede soportar los insultos por la calle y la sospecha cada vez que se cometía un robo. No aguantando más la situación se suicida, dejando una carta dirigida al director de LaVoz, en la que niega el crimen. Lo increíble del caso, por lo que Emilia Pardo Bazán considera este crimen, con cierto sentido del humor, una obra maestra, es porque frente a la tienda, el sereno del Municipio estuvo charlando durante la noche con un guardia y otro sereno. No escucharon nada ni vieron salir a nadie. Los habitantes del barrio reclamaron el relevo de la policía y guardias municipales. Como una cronista de sucesos se comportó la escritora cuando saltó la noticia, bajo el título Crimen misterioso , del asesinato del cura Melia en su vivienda de la calle Trafalgar de Madrid.Afirmaba que se confunde la noción de misterio con la de impunidad y soltura de los malhechores. Ningún crimen debiera ser misterioso para una policía que Los principales personajes del proceso del crimen de la calle Fuencarral. Cesare Lombroso, médico y antropólogo de formación, es considerado el padre de la criminología.
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