Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021
El ser humano es un ser de encuentro con capacidad de apertura a distintas dimensiones de la realidad. Eso es, por ejemplo, lo que le permite distinguir una partitura musical de un simple papel, cosa que no puede hacer un asno. Pero también, recogiendo una expresión alcoránica, en castellano se dice con referencia a aquel que acumula conocimientos sin capacidad de discernimiento alguno o no guardando correspondencia el saber con su conducta, que es “un asno cargado de libros”. La función primordial del lenguaje debiera ser trasmitir significados sobre lo real. ¿Qué es lo real? Se dice que “la verdad nunca vence, pero que sus enemigos acaban por morirse”. Real ha de ser lo que permanece, lo que no puede, ni debe, olvidarse. Lo acontecido implica digamos un “lugar” donde todo lo que acontece queda asumido para siempre. Si esto no es así, decir de un acontecimiento actual que alguna vez ya no habrá sido, en realidad, como señala Robert Spaemann en El rumor inmortal , equivale a decir que tampoco ahora es. Entonces el lenguaje devendría en meros vaniloquios de un sueño o más bien de una pesadilla. Abordando la cuestión del lenguaje y el pensamiento en relación con la adquisición y transmisión del conocimiento, se ocupó de explicar Ludwig Wittgenstein la estrecha vinculación estructural entre lenguaje y mundo. En su consideración el pensamiento sería una representación de la realidad y la realidad aquello que se puede describir con el lenguaje, de forma que “los límites de nuestro lenguaje son los límites de nuestro mundo”.Así una insuficiencia conceptual o de lenguaje podría arrojarnos en la vida personal y/o colectiva a vivir una vida aprisionada en problemas absurdos y en sufrimientos inútiles por no conceptualizar la vida adecuadamente; al igual que pueden comprenderse las limitaciones de vivir en un país donde no se domina su lengua. Pero eso no es lo que interesa destacar aquí. Más bien se trata de ver el problema desde otra perspectiva. El mundo es nuestra representación como decía Arthur Schopenhauer, pero las representaciones no son la realidad. Werner Heisenberg decía que no deberíamos olvidar que lo que observamos no es la naturaleza misma sino la naturaleza determinada según la índole de nuestras preguntas. Un problema crucial es, pues, no ya lo que no sabemos de las preguntas que nos formulamos sino aquello sobre lo que ni tan siquiera sabemos concebir qué y cómo preguntarnos. En ese sentido el lenguaje de la ciencia, como advertía Gaston Bachelard, debe buscar mejores maneras de preguntar y sin olvidar que “el conocimiento de lo real es una luz que siempre proyecta alguna sombra”. AfirmabaWittgenstein que “lo que se puede decir se puede decir claramente y de lo que no es posible hablar es mejor callar”. Pero si la lógica viniera a establecer cuál es el límite del lenguaje, del pensamiento y del mundo, al mismo tiempo nos mostraría el propio límite que ya no pertenece al mundo, quedando fuera de ese ámbito de lo pensable; pero lo que queda fuera de lo pensable y expresable, lo que denominamos inefable, no podemos negar con verdadero fundamento que sea y/o exista. Cosa queWittgenstein no desconocía, admitiendo que aun resueltas todas las posibles cuestiones científicas nuestros problemas vitales ni siquiera habrían sido tocados. El lenguaje va más allá de sí mismo, tiende en su misma esencia, al significado, pero debemos percibir sus limitaciones, a pesar de que con un número finito de elementos como el alfabeto se puede expresar una infinitud de pensamientos, como ya advirtió el barón de Humboldt. En cuanto a la consideración de que “sobre lo que no es posible hablar es mejor callar” hoy la entendemos en el sentido de la necesidad de recuperar el silencio y la actitud de escucha, que es acoger al otro con el corazón y plantearnos la posible inadecuación esencial de nuestras representaciones y de nuestros enunciados con relación a la verdadera realidad. El proceso de conocimiento ciertamente no podemos escindirlo de los sentidos, pero tampoco de todas las dimensiones de la realidad, pues no podemos confinar la vida humana a los estrechos espacios del conocimiento científico. El pensamiento debe concordarse y aliarse con las otras formas de lenguaje como puede ser el de la poesía, que nos dispone hacia aquello adonde el pensamiento no puede llegar solo. De ello trató María Zambrano al tratar de la “razón poética”, y a cuyo decir: “Filosofía, poesía y religión, necesitan aclararse mutuamente, recibir su luz una de otra, reconocer sus deudas, revelar al hombre medio asfixiado por su discordia, su permanente y viva legitimidad; su unidad originaria”. Pues no son sino etapas de un mismo camino: de atención a lo real, búsqueda de la verdad. n 25 Pliegos de Rebotica 2021
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