Revista Pliegos de Rebotica - Nº 145 - Abril/Junio 2021
curiosidad de sus cinco años. Ella, efectivamente, sabe que su padre y su madre trabajan en la farmacia, igual que su abuela y su tío. Que todas las demás personas que están a su alrededor, trabajan y que yo soy farmacéutico... –Abuelo, ¿tú, en qué trabajas? –Yo, María, escribo; ese es mi trabajo actual. Pero noté que esta respuesta era tan vaga que no satisfacía la curiosidad de la pregunta y, para evitar la posible confusión y, también, para que mi trabajo la entrase por los ojos, la enseñé los varios libros de los que soy autor, desde mi albarelo inicial hasta mi reciente Tesis Doctoral.Y me miró como si hubiera encontrado la respuesta que ella necesitaba. Pasaron los días. A la hora de cenar senté a mis cuatro nietos mayores a mi alrededor y comencé a contarles un cuento. Mientras me esmero en la narración con inflexiones de voz, movimientos de manos, muecas, etc., ellos clavan en mí el tesoro azul de sus ojos. Al terminar, nuevamente María me pregunta: ¿Abuelo, tú qué sabes hacer? –Yo, contar cuentos.Y querer mucho a mis nietos. –¡Y hablar! exclamó Pepe con sus ojos y su sonrisa por bandera e, indudablemente, orgulloso de su abuelo. ¡Y hablar! La respuesta más bella. Mi nieta no mostró esta vez la menor perplejidad y se sintió satisfecha. ¡Hablar! Desde mi alma a la suya, desde mi inteligencia a la suya, desde mi corazón a su joven corazón que empieza. ¡Hablar! Acueducto de mi saber maduro a su curiosidad infantil, fonética externa de la palabra que vuela al nido azul de mis nietos. ¿Qué caudal mejor les puedo transmitir? Gracias, Señor, por permitir que mi amor hecho palabra acampe entre ellos. ¡Hablar!.. n 21 Pliegos de Rebotica 2021
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