Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142 - Octubre/Diciembre 2020

pensado, haberme convertido en un tenaz aficionado a rellenar páginas es una de las ventajas de pertenecer a una generación en la que no tuvimos tantas distracciones digitales como ahora. Un buen día leí en uno de los números de Pliegos el anuncio del certamen múltiple de AEFLA. No recuerdo en qué año.Y tampoco cuántos tardé en ganar uno de esos certámenes. ¿Son importantes para un boticario los premios AEFLA? Sí, claro, es una satisfacción para cualquiera, eso es obvio, la guinda personal a nuestra particular fiesta de la palabra. Pero si cierro los ojos y pienso en mi relación con AEFLA, mentiría si dijera que es el premio en sí lo que más cuenta en mis recuerdos y sentimientos.Y me explico. Aquel primer viaje a Madrid para recogerlo fue un descubrimiento tan inesperado como feliz. Tuve ocasión de conocer a algunos compañeros y saludar a otros que ya conocía. La directora, Margarita Arroyo, una trabajadora a prueba de todo, Pedro Malo, Enrique Granda, José Félix Olalla, Marisol Donís, José Vélez, y tantos otros cuyo nombre he olvidado tras cenas en ocasiones demasiado fugaces y que nos dejaron con ganas de más cháchara. Pero hubo otro segundo descubrimiento, el de la sede de la Real Academia de Farmacia, donde en un solemne acto se entregan los premios anuales y donde una tarde leí mi relato con voz un punto insegura. Con su arquitectura, tapices, salones, lámparas y cuadros considero este edificio como una incomparable caja de bombones. Posteriormente y gracias a otros encuentros en el mismo lugar, han nacido nuevas y gratísimas amistades, como el maestro Raúl Guerra o la excelente dermatóloga y mejor persona Aurora Guerra. Para un farmacéutico rural de mi trayectoria, siempre en Valencia, la revista Pliegos de Reborica nunca falta cerca de la mesa de trabajo, y, si pudiera, tampoco faltaría una foto con todos y cada uno de los compañeros que he conocido allí, en Madrid, junto a los cuales me he sentido como en casa. Por eso aliento de corazón a los boticarios españoles a participar en el certamen de AEFLA. Es más, escribir un relato en esta época y con ese fin conlleva, entre otros alicientes, administrarse una vacuna anímica que ayude a no caer en el desánimo durante la pesadilla que nos está tocando padecer.Y quiero subrayar ese aliento, si se me permite, a las nuevas hornadas de boticarios de todas las especialidades, los que deben recoger el testigo y continuar e incluso actualizar el trabajo de los magníficos gestores que hasta el presente ha habido y que, con total certeza, dejarán el listón muy alto. Implicarse más en AEFLA es un camino fascinante en el que queda todavía mucho por recorrer y objetivos a conseguir. No quiero terminar sin reconocer el meritorio trabajo en diseño y maquetación de Simona Vlaseva. En la revista es además mi contacto más frecuente, ya que por encargo del Consejo de Redacción, acostumbra pedirme cada tanto una colaboración escrita para Pliegos .Y yo, por supuesto, siembre le digo que sí. Faltaría más. Al no pertenecer a una de las secciones fijas de la revista y tras haber constatado la generosidad del Consejo de Redacción al permitirnos, a otros colaboradores y a mí, escribir bajo tema libre y por supuesto sin censura, nos ha convertido en una suerte de pacíficos francotiradores cuya única meta es ametrallar a los boticarios con unos minutos de lectura tranquila y distendida en una pausa de sus tareas. Por mi parte, ello me basta para sentirme más que contento y bien pagado. Así pues, enhorabuena a todos los farmacéuticos españoles por estos 45 años de Pliegos . Los primeros de los muchos más que, estoy convencido, con la ayuda de la profesión entera le quedan por cumplir. 27 2020

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