Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020
34 Pliegos de Rebotica 2020 LOS BOTICARIOS E Marisol Donis E l veneno es considerado el arma de los cobardes porque la víctima no sabe que está siendo envenenada y no se puede defender. El que envenena juega con ventaja. En la historia del crimen figuran pocos hombres que hayan utilizado tóxicos como vehículo letal y en muchos casos son médicos por su fácil acceso a esas sustancias. Hipocrátes dice en su juramento "Yo prometo no dar veneno a nadie" pero más de un galeno obvió ese juramento. Uno de ellos es el médico homeópata Edmundo Couty de Lapommerais, hijo de un médico que puso todos los medios a su alcance para conseguir tener un sucesor. Resultó ser un buen estudiante y al terminar la carrera, la homeopatía estaba en todo su apogeo. Lapommerais compró a buen precio el dispensario de un anciano homeópata y acordó con un farmacéutico repartir las ganancias que proporcionarán sus recetas. Hombre ambicioso y sobre todo avaricioso, no ganaba lo suficiente como para vivir de ese negocio y comienza a planear un matrimonio de conveniencia. La elegida es una joven muy enmadrada al parecer con buena dote. La madre mira con lupa a todos los pretendientes, así que Lapommerais se presenta como médico, aristócrata y rentista. Solo lo primero es cierto. La boda se celebra en 1861 y la suegra se queda a vivir con ellos. Por poco tiempo, pues fallece después de unos días víctima de vómitos persistentes, diarreas y alteración del ritmo cardíaco. La herencia que dejó a su hija no le pareció de gran valor al avaricioso Lapommerais y retomó una antigua relación con una joven viuda, madre de tres niñas, Julia de Paw. Los seguros de vida comenzaban a popularizarse en Francia y una de las múltiples variables que se ofrecían, llamó la atención del médico. No le costó convencer a Julia para que asegurara su vida en una cantidad de dinero considerable, algo más de medio millón de francos. El beneficiario sería él. Poco después la mujer moría en medio de de horribles sufrimientos. En la autopsia se detecta digitalina.El principal sospechoso fue Lapommerais. Se le acusó de estafa, abuso de confianza, falsificación de firmas, calumnias, robo y asesinato. Durante su estancia en prisión a la espera de juicio, recibía la visita de su esposa embarazada y algunos amigos. Siempre pensó que resultaría absuelto. Fue condenado a muerte y guillotinado el 9 de junio de 1864. El suceso acaparó portadas en toda la prensa. Algunos expertos opinaban que era un peligro la publicidad de los crímenes en los periódicos que lee el pueblo. Apoyaban la idea de que el hombre ha preferido siempre los malos dramas a las buenas comedias y por lo mismo, cada vez que un crimen tiene gran resonancia, es casi seguro que se comete otro análogo al poco tiempo.Es el llamado contagio moral que nace de la facultad natural en el ser humano y en algunos animales, de imitar, conocido también con el nombre de instinto de imitación, o mimetismo. No había acabado el año 1864 cuando ese mimetismo se representó en el doctor Edward Pritchard, de Glasgow. Su joven esposa de 38 años, con la que tuvo cinco hijos, tomaba habitualmente por prescripción de su marido Contagio moral
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