Revista Pliegos de Rebotica - Nº 142- julio/septiembre 2020
18 Pliegos de Rebotica 2020 V –Veo los cincuenta agazapados frente a mí, acechándome. – El mes pasado cumpliste cuarenta y uno, cariño. – Sé de lo que hablo.Tú nunca tendrás ni idea de eso. Eres hombre, cielo. – Y siguió con sus flexiones sumida en un silencio caviloso. Desde siempre mi mujer ha lucido un aspecto espléndido.Vive atenta a su forma física, y a base de una disciplina cuartelera y múltiples renuncias en la mesa obtiene resultados más que aceptables frente a los quebrantos propios de la edad madura, en esencia frente a la temible caída de materiales unida al crecimiento de depósitos rebeldes. En otras palabras: la envidia corroe a sus amigas. Al poco de entrar en la cuarentena y ante un horizonte que, como ya han leído, intuyó resbaladizo, se compró una pizarra de plástico blanco y duro que colgó en la pared de la cocina, junto a la puerta de la nevera sembrada de imanes chillones con animalitos, torres Eiffel y caricaturas pintorescas. Lo habitual es que tales pizarras sirvan para anotar las llamadas, confeccionar la lista de la compra, recordar la fecha de la próxima visita al dentista… Pero Almudena no necesitaba recordatorios. En cuanto a memoria es un portento. La pizarra fue adquirida con otros fines. Cada mañana se encaramaba en ayunas a la báscula y escribía con rotulador en un lado de la pizarra su peso exacto. Era la fase A. Después, con unas tablas científicamente contrastadas, programaba el balance calórico del día restando lo que quemaría con la gimnasia. Esta fase B era clave: anotar en el otro lado de la pizarra una cuantificación energética de cada alimento que podía permitirse en las siguientes veinticuatro horas, con un margen de error que, en más o en menos, no debía superar la cotización de media zanahoria pelada. Bajo una raya horizontal escribía la fase C: un par de reflexiones de su cosecha sobre los beneficios de mantener el peso ideal, junto con alguna máxima de la misma cuerda extraída de manuales de autoayuda o principios poco inteligibles de la medicina tradicional china. Pensamientos útiles sobre todo para seres humanos con cuerpos candidatos a valla publicitaria. Un protocolo digno de aplauso en quienes, como Almudena, no viven de su palmito. El año pasado se me ocurrió una idea luminosa para sorprenderle con el regalo de Reyes. Investigué por internet lo último en paneles electrónicos robotizados, algún aparato en la órbita de sus anhelos que pudiera cumplir las necesidades de una mujer tan dinámica y perfeccionista. Quería uno con prestaciones óptimas, costara lo que costara, y por fin di con la tableta iBody , recién aparecida en el mercado anglosajón. Eché mano de los contactos de mi empresa en el exterior y conseguí hacerme con un ejemplar full–equipe . Mi querida mujer sería de las primeras españolas en poseer tan excepcional invento. Cuando el seis de enero tuvo la tableta en sus manos se emocionó hasta la lágrima. Le mostré, orgulloso, su funcionamiento. En pocos segundos podía escanear a una persona y calcularle hasta una docena de parámetros antropométricos: masa corporal, musculo–adiposa, desviaciones respecto al peso satisfactorio, etc. Entonces podía solicitársele la hoja de ruta de ingesta diaria y algún consejo práctico en función de la época del año. En modo manual disponía de una pantalla táctil Rafael Borrás No hables con una extraña
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