Revista Pliegos de Rebotica - Nº 141- abril-junio 2020
C C ecilo Venegas –uno de esos presidentes de Colegio farmacéutico que disfruta con las actividades culturales– esgrime en su discurso de ingreso en la Real Academia de Farmacia que, entre los deberes primordiales de la ciencia y la investigación se encuentra el de resucitar historias, o al menos intentarlo. Con tal motivo e insospechado estímulo voy a tratar de recuperar viejos papeles y recuerdos para traer algo más que nostalgias a estas páginas de Pliegos . La historia grande se escribe con retazos de pequeños o grandes esfuerzos personales, con la aplicación práctica de una idea, con la ilusión compartida de quienes son capaces de trazarse un objetivo común. En el citado discurso deVenegas, se recuperó un buen fajo de documentación cinematográfica para repasar –y hasta resucitar– el clima, el manejo y los modos de la sociedad reflejada en los documentales del NO-DO. Una época trasnochada que se antoja de un pasado muy lejano y que, sin embargo, muchos de nosotros hemos vivido intensamente, como reconoció en la misma sesión el propio presidente de la Academia, Antonio Doadrio. Eran tiempos de incalculable y relativamente malgastada juventud. Siempre suele dilapidarse lo que sobra. Años que ahora parecen sombríos y oscuros, pero que entonces contaban con el entusiasmo y el empuje de la novedad. La vida salía a nuestro encuentro como contaban las novelas del jesuita Martín Vigil, que fue posteriormente depurado por la orden y que simbolizaba en sus escritos ese pequeño grado de rebeldía autorizado por la censura, el régimen, la policia, los grises o el miedo a no se sabía qué. La Facultad de Farmacia de Madrid, como la Universidad entera, respiraba sin mucho disimulo y cierta manga ancha un leve aire contestatario, nada parecido al ambiente actual. Había ganas de conocer algo nuevo llamado libertad, abrir puertas y ventanas a todas las ideas, dejarse de remilgos, de temores, de soterradas amenazas que ni siquiera eramos capaces de percibir. Por una de esas ideas luminosas de lo que la historia llama ahora tardofranquismo, un ministro de educación novato, para más inri farmacéutico, decidió que los cursos fueran con el año natural, que empezaran en enero y acabaran en Navidad. El experimento no fue con gaseosa sino con estudiantes recién llegados a los primeros cursos de las diversas licenciaturas desde institutos y colegios, con el incipiente COU –Curso de Orientación Universitaria– bajo el brazo. El caos fue absoluto. Dicen las crónicas que lo que se pretendía con este aplazamiento en el inicio de un trimestre era reducir el impacto en los nuevos alumnos del espíritu reivindicativo que ya se venía detectando en las aulas de todas las universidades españolas. El fracaso fue absoluto y duró sólo un año.Aquella generación empezó dos cursos, primero y segundo, el mismo año 1974.Algo muy profundo se avecinaba y el cambio que se intuía en el horizonte se iba a precipitar sin demora ni anestesia. El futuro se presentaba arrollador y sin pedir permiso. La denostada transición Antes del covid–19 que todo lo iguala ahora, en los comienzos de la tercera década del siglo XXI, o coletazos de la segunda –que tampoco vale la pena discutir por eso–, se venían revisando los pasos dados por la sociedad española entre 1975 y 1978 y que mereció el título de la transición para los historiadores. Lo que durante muchos lustros ha sido calificado como ejemplar y digno de ser imitado por otros paises, hoy se discute, se rechaza y hasta se reniega del esfuerzo realizado por aquellos políticos y aquel pueblo soberano para salir de un entorno cerrado y encontrar las grandes líneas de entendimiento que nos permitieran vivir en paz y respetándonos los unos a los otros. En Farmacia no nos metíamos en grandes problemas. Alguna asamblea con más decibelios de los esperados y 48 José Vélez García–Nieto SOLES DE MEDIANOCHE Pliegos de Rebotica 2020 Resucitar historias
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