Revista Pliegos de Rebotica - Nº 141- abril-junio 2020

—Demasiado íntimo —el propietario del estudio separa otra copa de la caja. Recupera el brillo del cristal tras el encierro.Alinea dos, seis copas junto a la artesa de una reducida cocina, al fondo del taller. El hombre enjuaga la cristalería mientras escucha.Vuelve un momento la cabeza y mira a la nómada de velos azules y gafas de sol. No quiere perderse una sola palabra de la nueva modelo. Necesita desnudar el alma de la chica ciega que vestirá la publicidad de estas Fiestas. Necesita que se desnude y cuente hasta diez como en la consulta del médico. Que cuente hasta diez años atrás y se meta otra vez en su haima—. Mi primer vaso. No sé; miente. No recuerdo nada; vuelve a mentir obligada por el duende. —¿Piensas sincerarte o no? —Le arde la cara.A la profesional del anuncio y del glamour todavía le sonroja una pregunta tan trivial como ésta.Y es que las verdades relacionadas con el vino acostumbran a ser de una privacidad inexpugnable. Por lo demás,Abril procede de otro tiempo, de otras costumbres. Ha desembarcado de un planeta donde el alcohol se desconoce por completo. Donde siempre estuvo proscrito. La joven del anuncio no reúne ánimos para sincerarse. Para encarar la cámara. Le atemoriza hurgar en ese lugar donde guarda los miedos. La modelo responde con la frente baja, delante de una copa alta, seca aún, sin peso, vacía. Fue hace diez eternidades.Abril necesitaba creerse menos ingenua y más guapa. Quería ver lo que no veía. Con tan solo dieciséis años pendientes de llegar, deseaba inventarse como mujer importante, envidiada lejos del desierto.A ella misma le resulta difícil desentrañar lo acaecido al cabo de tanto tiempo: puede que el cámara no la entienda. Pero aún conserva vivencias de un muchacho europeo invitándola a su tienda.Y de un cava que despertó en Abril una enorme necesidad de amor. De cuando juntos se asomaron a la vida en miniatura de una copa de burbujas. Contrariamente a la opinión que se haya forjado Abril, el hombre de la cámara sí la entiende.Tal vez Abril no lo sepa; o quizá no lo haya intuido aún. Pero hay hombres que idolatran a la primera mujer que idolatraron; a la mujer que solo fue suya una vez. La idolatran de por vida. —Confía en mí; espera —el fotógrafo se aproxima al centro del taller, junto a las pantallas destinadas a suavizar la luz. Llena dos copas y deposita la botella en la mesa donde permanece la modelo del anuncio—. Deberías probarlo. La chica del nuevo catálogo levanta a ciegas el surtidor de burbujas de una copa de cava. Aquel chisporroteo fresco frente a los labios de Abril. Por momentos da la impresión de que la copa permanece flotando en el aire.Y su duende, aquel duendecillo del cava que se le instaló en la cabeza, definitivamente despierto al fin. —¿Y bien? —Once grados y medio de alcohol tiemblan en el interior de la copa.Y en boca, el duende identifica los códigos chardonnay y macabeo que le abren a Abril las puertas del pasado. La modelo del velo azul reconoce frescuras olvidadas desde aquella copa que probara en la haima de un corresponsal aventurero.A la chica que llegó del desierto se le ilumina el bronceado y la alegría del recuerdo moja su cara, poco antes de que la respiración se le comprima. Salta el flash de pantalla en pantalla y una sonrisa se refleja en el objetivo de la réflex. —Es posible que sí; puede que sea el mismo cava. —En los labios de Abril persiste la fragancia majestuosa y sensual del reserva. El perfil del hombre se adhiere al temblor de unos dedos que descifran su rostro. El rostro del fotógrafo. De unas yemas que le leen el braille de la frente, de los pómulos, del mentón. La frente, los pómulos y el mentón del reportero. De unas yemas que leen la crónica de la espera, de los días consumidos. —¿Y ahora? —Los labios se separan para dar cabida a otros labios. En la boca de su fotógrafo permanece el recuerdo a pan de centeno que la joven del anuncio reconoce.Y el del apasionado final con el reportero que hace diez años le llenó la copa. Con el mismo cámara de su reportaje en Argel; con el hombre que la iniciara como modelo. —Sí.Ahora sí —el beso aún le tiembla a la joven del anuncio en los labios—, ni la más mínima duda; es nuestro cava. n Primer premio XI Certamen Literario de Castellón 23 Pliegos de Rebotica 2020

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