Revista Pliegos de Rebotica - Nº 141- abril-junio 2020
E E l día menos deseado había llegado. Un escueto “Sala de vistas 3” indicaba la placa metálica al lado mismo de una puerta con apariencia de madera joven. El dintel, que nunca imaginó disponerse a cruzar, era uno más del conjunto en aquel espacio diáfano con mínimos matices de diferenciación. Los corredores, largos, anónimos, silenciosos apenas una hora atrás, comunicaban entre sí los diferentes ambientes sin permitir cualquier tipo de anonimato. El universo artificial creado tornaba inapreciables los cambios que procuraba la luz diurna.Y es que, total, para qué, si nada de lo que allí ocurría era natural, si todo era impuesto, forzado a representar una verdad parcial defendida a ultranza. Faltaban apenas unos minutos para las 9. A punto de iniciarse los diferentes juicios el murmullo ambiental había ido subiendo en intensidad. Aquí y allá los corrillos cristalizaban en semicírculos con las colas negras de los togas abriéndose en vuelo y los rápidos vistazos de los abogados a sus oponentes en común denominador. La llamada del oficial llegó pasados cinco minutos de la hora marcada. En la convocatoria los nombres de denunciante y denunciado se aunaban en la garganta de alguien para quien no representaban más que fonemas coordinados. “Por favor, apaguen sus móviles” se escuchó de inmediato y unas cuantas manos se aprestaron a cumplir la orden rebuscando los dispositivos en los confines de los bolsos femeninos y las americanas masculinas. Cada parte litigante se aprestó a descargar los legajos de papeles sobre sus mesas respectivas. Las distancias se respetaban y las miradas se eludían. Julia respondió a la mecánica de la corriente decidida a demostrar un evidente control de la situación. Envuelto en su toga negra, una figura de estatura mediana, actitud concentrada y gesto imperturbable hizo su entrada en la sala por una puerta lateral. La respuesta fue la obligatoria puesta en pie de los presentes. Comenzaba por fin al teatrillo. En la memoria de Julia estaba muy viva la lista de circunstancias posibles, todas fundamentales para la decisión que tendría que tomar. Si las cosas se desarrollaban como era probable, aquella maldita hora sería solo un trámite, pero uno en el que debería estar concentrada al 100% para grabar en su mente cada pormenor. Los detalles serían inéditos pero confiaba en que no inesperados. Casi ninguno… –Con la venía –pidió la palabra por sorpresa el abogado que representaba a la empresa después de rebuscar cada vez más alterado en su portadocumentos– Señoría, lo siento pero no encuentro los poderes. Me los he debido de dejar. ¿Sería posible...? La réplica del juez cortando la frase del letrado dejó un poso de incredulidad entre los presentes. –Está bien. Se lo voy a autorizar. Le doy 10 minutos para que se los traigan del despacho. No había réplica posible. Para bien o para mal, ese personaje que ocupaba la presidencia era el dueño y señor de todo lo que ocurría ahí dentro. Obligados a abandonar la sala, se escucharon algunos comentarios de incomprensión por lo ocurrido. Escondido entre tantos otros, nadie percibió el mínimo intercambio de señales entre Julia y dos hombres relativamente jóvenes. Una simple bajada de párpados a la ininteligible pregunta fue suficiente para confirmar la respuesta positiva en la que ella confiaba. 14 Pliegos de Rebotica 2020 Las cartas marcadas Mª Ángeles Jiménez
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