Page 3 - Pliegos_109

This is a SEO version of Pliegos_109. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »

H

ace muy poco estuve en Costa Rica con la intención de establecer contactos con profesores de la Facultad de Farmacia de San José, pero como no todo ha de ser trabajo y teniendo en cuenta los consejos de nuestro compañero Benito del Castillo que es tan apreciado y tan reconocida su labor entre los farmacéuticos de los países hispano hablantes, fui hasta Tortugueros a pasar unos días en una cabaña preciosa en plena selva. La bienvenida de la naturaleza fue más que espectacular. Cuando llegué, el día era aún denso y luminoso, con un calor plomizo que te hacía andar despacio añorando una ducha. Añorando la noche que tendría que traernos un frescor que nos permitiera dormir. Sin embargo el termómetro no bajaba hasta que a las dos de la mañana un rugido inmenso lo invadió todo. El cielo se abrió de un solo tajo y dejó caer de golpe un agua contenida que parecía de mares y de siglos. Era tan hermoso que salí del porche y me quedé allí, quieta, con la ropa y el pelo mojados entre el furioso crepitar del cielo y de la tierra.

Sobre el sonar frenético de aquellas furiosas lanzas de agua, se elevaba imparable un frotar de élitros, un gorjeo de gargantas, un trinar de picos y el misterioso sonar de alguna voz imposible, que tendían un puente de vida sobre aquella desolación del

agua.

En contraposición a nuestros rayos que rasgan en dos la noche y te invade la sensación de que va a quedar ya rota para siempre, allí son de una luz de foco, redondeada y blanca, casi sin matices, que otorgan a las hojas de los árboles y a las paredes ocultas por la fronda, unas sombras azules y fugaces. Los truenos, solemnes y sin acritud, con sus bordes redondeados, ruedan larga, concienzudamente atravesando aquel templo de agua pero sin

conseguir apagar el fragor vivo de la noche. El agua, cristal o luz, brilla sobre las plantas, sobre el suelo, sobre el aire y los sonidos. La noche es su domino, su reino total e indiscutible.

Era una apoteosis de belleza tan intensa, que parecía casi insoportable.

Nunca durante el día el entorno fue tan vital, tan imparable, tan lleno de matices. Nunca fue tan fluido y pujante. Era el imperio del agua, pero aún sobre ella, el imperio del sonido, la glorificación del oído atento.

Era algo telúrico y sentí que podría en cualquier momento disolverme en el agua que volvería a caer en un ciclo total en el que yo regresaría a la noche y a la tierra. Al sonido total y a la vida triunfante.■

P

de Rebotica de Rebotica

LIEGOS LIEGOS 3

CARTA DE LA DIRECTORA

Margarita Arroyo

La vida

imparable

Page 3 - Pliegos_109

This is a SEO version of Pliegos_109. Click here to view full version

« Previous Page Table of Contents Next Page »